Sé que todas la mujeres somos independientes, fuertes y capaces de hacer lo que deseamos. Sin embargo, vivimos en un mundo en el que las personas no respetan a otras. Algunas creen que tienen derecho de lastimar o agredir a las demás. Por si fuera poco, existen muchos mitos y creencia machistas que propician la violencia contra la mujer. Todo lo anterior nos hace vulnerables, a veces corremos riesgos sólo por salir a divertirnos o vestirnos como queremos. Así se siente regresar a casa por la noche cuando eres mujer.
Lo que todos niegan
He conocido a miles de mujeres que se quejan del machismo y de la misoginia, pero que reproducen hábitos de esa clase. Muchas veces he escuchado decir a mujeres preparadas y profesionales que si me acosan es porque mi vestido es muy corto. Así mismo algunas madres le enseñan a sus hijas que beber, fumar o salir a divertirse está mal. No digo que fumar o beber sea bueno o malo, simplemente ningún motivo es suficiente ni válido para lastimar o despreciar a alguien. Además, tenemos el derecho de salir y divertirnos como mejor nos parezca.
Lo que implicaba salir por la noche
Cuando tenía 17 años, las fiestas eran una situación que me hacía sentir entusiasmada y triste a la vez. Muchos amigos se reunían por las noches para salir a patinar, escuchar música o a caminar por las calles en las que vivíamos. Yo salía con ellos un rato, pero siempre debía regresar temprano. Si por algún motivo me retrasaba, alguno de ellos me acompañaba. Esa situación siempre era incómoda para mí, me sabía lo suficientemente grande como para caminar sola a casa. Sin embargo, me daba más coraje pasar por algún callejón y sentir miedo. También odiaba escuchar las palabras irrespetuosas de algunos hombres. Por ello siempre regresaba acompañada a casa.
Cuando creces y esa situación no cambia, te sientes defraudada
Cuando entré a la universidad, mi círculo social se hizo más grande. Tenía distintas reuniones tanto escolares como fiestas de amigos. Siempre procuré ir a todas las que pudiese, pero tenía una rutina que cumplía fielmente.
- Nunca tomaba más de tres copas.
- Regresaba a casa en las horas más concurridas posibles.
- Siempre procuraba regresar con alguna amiga.
- Si no podía cumplir esas reglas, no iba.
Muchas personas creen que eso era una exageración mía, desgraciadamente no lo era. El acoso hacia las mujeres se realiza diariamente sin importar si es de día o noche. Muchas de mis amigas tenían un rutina algo parecida, todas teníamos miedo de lo que pudiese sucedernos en el trayecto a casa. Así mismo, nos compartíamos nuestra ubicación para saber dónde y con quién estábamos.
Y ahora…
Las cosas no han cambiado mucho, la única diferencia es que cuando salgo por la noche pido un Uber para regresar a casa. Sin embargo, aún le envío mi ubicación a alguna amiga sin importar si esa noche estaba conmigo o no. Aún escucho los “cuídate mucho”, “me avisas cuando llegues a casa” llenos de preocupación y no de cortesía. Mientras la situación no mejore, debemos protegernos las unas a las otras ya sea pasándonos rutas y medios de transporte seguros. Otra forma es ofreciendo nuestro hogar a las personas que no han podido llegar a casa y respetando a los demás.