Si no salgo, tú tampoco sales: las reglas de una relación codependiente

Esta y otras barbaridades he escuchado decir a muchas parejitas en una relación codependiente. Especialmente a las que llevan un rato juntas. Y la verdad es que me declaro culpable. En algún momento de mi vida yo también fui una mujer codependiente de una forma tan enferma, que hasta el día de hoy al recordarlo me da pena. 

¿Qué es ser codependiente?

Es básicamente ser adicto a tu pareja, a depender de ella para estar “bien”. A veces no solo dependes de tu pareja. Esta codependencia puede darse entre miembros de una familia, como entre madre e hija. Cuando se trata de pareja tiene que existir una persona dependiente. Es decir, una chica o chico necesita de la otra persona, como un adicto necesita la sustancia de la que depende para sentirse bien. Las personas codependientes le dan el poder de toda su felicidad a la otra persona. En estas relaciones se piensa que la persona con la que estás es insustituible y la necesitas para estar bien. Por la otra parte, a la otra persona le encanta ser necesitada por la pareja que tiene la dependencia. Ambos son dependientes, pero de una forma diferente. Sin embargo, al final crean la receta perfecta para la toxicidad.

“No le hables a ningún hombre de tu trabajo, ni del gimnasio…”

Yo no me meto con las reglas que tienen las demás parejas en su relación, pero sinceramente a veces me parecen excesivas. Más, cuando comienzan a limitarte en aspectos tan básicos como hablarle a tu compañero de al lado. En las relaciones codependientes es usual que el hombre comience a acorralar a su novia limitando su contacto con varones. Ella queda sin hombres a su alrededor y a veces sin sus amigas. No se equivoquen, para que esto suceda se necesitan dos personas, y si eres tan débil para no establecer tus límites, terminas cediendo a reglas tontas que limitan tus acciones. Así escuchas: “No salgas a un bar porque yo tampoco salgo a bares con mis amigos”. O: “yo no tengo amigas, tú tampoco deberías tener amigos”. Esas frases aquí y en China son chantaje emocional, y ceder ante el miedo de tu pareja es una tontería. Sea en un bar, en el elevador o en el café, puedes encontrar a otra persona en el camino. Y, malas noticias, tu pareja también puede encontrarla. La verdad es que cuando encuentras a alguien más no hay regla que valga. Normalmente terminas saliendo con esa persona con o sin reglas.

Te conviertes en una persona sin vida

Lo más triste de estar en una relación codependiente es la soledad. Claro que estás acompañada de tu pareja todo el tiempo. Yo lo viví de la forma más desesperada. Mis amigas ya no me invitaban a ningún lugar, dejé de visitar bares y antros si no era de la mano de mi pareja. Me parecía una falta de respeto hacia mi pareja hablar con los hombres a mi alrededor y poco a poco me fui sintiendo dentro de una secta. La secta del novio dependiente, y Claro que él no cumplía con las mismas reglas, porque trabajaba en 90% con mujeres. Así que mientras él tenía la posibilidad de conversar con el sexo opuesto, yo me convertí en un erizo. Cada vez que se me acercaba un hombre, me hacía bolita en el rincón.

¿Cuándo se acaba la codependencia?

Ninguna relación codependiente puede durar toda la vida, porque hasta la persona dependiente que basa la felicidad en el otro llega a hartarse. Así empieza la toxicidad de los chicos que no dejan a su novia pero andan detrás de cuanta falda se les cruza. El problema es que a algunas mujeres las tienen dominadas o al revés. Y en las relaciones en las que existe fidelidad siempre hay un rastro de tensión y frustración en la relación. Rastro que se borra cuando tienes un día romántico o te la pasas bien con tu pareja. Rastro que reaparece cuando ves que tus amigas se fueron de ladys night y no te invitaron.

La codependencia te va carcomiendo aunque tú seas la dependiente, porque llega un momento en el que te sientes atrapada en la relación. No hay cosas nuevas, son las mismas conversaciones de siempre una y otra vez. En realidad, tu existencia se convierte en una serie de pasos predispuestos porque tienes unas enormes paredes que no te dejan salir de ahí. Lo más triste es que al dejar estas relaciones te das cuenta de que la jaula no te la puso la otra persona, tú sola te encerraste.