Cuando era más joven, creía que mi madre sólo quería sobreprotegerme. Cada vez que quería hacer algo me decía “no te quieras comer el mundo”. Admito que a veces ignoraba esa frase e iba por mi lado. Pero con el paso de los años comprendí que mi mamá me decía las cosas porque me ama, y porque sus 61 años de edad la avalan. Aunque he aprendido, y sigo aprendido, muchas cosas de ella, hice una lista de sus consejos más sabios, los cuales se han convertido en mis mejores mantras.
“Si no haces las cosas, nadie las hará por ti”
Cada vez que la flojera se apodera de mi cuerpo recuerdo esto, acompañado de la voz y cara de mi madre. Ella siempre me ha dicho que la iniciativa marca la diferencia. Y desde que era pequeña me alentaba a ir por lo que quería, ya que “nada llega en bandeja de plata”. También me contaba sus historias; por ejemplo: lo arduo que trabajó para ser enfermera y darles una mejor vida a mis hermanas. Así que, madre, ¡ahí voy!
“Nunca digas que no puedes”
Todas las personas tenemos crisis y momentos en los que pensamos “ya no puedo”. Admito que en los últimos meses esa idea ha cruzado por mi mente, pero entonces llega la voz fuerte y firme de mi madre que me dice: “Nunca digas que no puedes”. Digamos que en mi familia aplicamos la de “el poder de la mente”. Con esto me refiero a que atraemos lo que pensamos. Por eso mi mamá siempre me dice que diga que sí puedo, ya que de lo contrario yo misma me bloqueo, me pongo barreras. Y eso es lo que hago, me dijo: “Alicia, claro que puedes”. “Alicia, eres una chingona (o algo así)”.
“El que mucho abarca, poco aprieta”
Admito que a veces quiero hacer más de una cosa a la vez y me vuelvo un poco loca, al grado de que se altera la colitis. Pero, cual terca, voy con mis quinientos asuntos y pendientes. Claro, como cualquier persona, llega un punto en el que siento que voy a estallar y me digo: “Alicia, tranquila”. Acto seguido: le doy prioridad a las cosas importantes y suelto el resto.
“No temas equivocarte, pero aprende de tus errores”
Mientras algunas madres quieren que no metas la pata, la mía me dice: “Ve y luego me dices cómo te fue”. Porque sí, mi madre me ama y sabe que a veces necesito darme de golpes para aprender. Aunque la vida me ha tratado bastante bien, el par de cachetadas que me ha dado me enseñó dos cosas importantes: de lo que soy capaz y a levantarme. Y eso es lo bonito: aprender y aprender, porque la vida es eso: un constante aprendizaje.
“Enfrenta los problemas, no los evadas”
“No hay de otra, ponte tus chonitos y afronta las cosas”. Y por más duro que sea, así tiene que ser: hacerle frente a los problemas. Esta lección me quedó más que clara cuando tuve mi primer trabajo formal. Mi madre siempre me decía: “Haz las cosas como deben ser y habla de frente, aunque eso implique que no seas del agrado de toda la gente”. Y sí, las cosas no siempre salieron del todo bien, pero sabía que había sido fiel a mí misma.
“Piensa mal y acertarás”
Siempre digo que mi mamá tiene un sexto sentido o es bruja porque tiene voz de profeta: todo lo que dice que pasará, pasa. La realidad es que mi madre me dice que uno tiene que aprender a fijarse en las cosas. Tampoco debo confiar en todas las personas. Y sí, esta es una lección que aprendí a la mala. En mi anterior trabajo hice “amigos”, que al final me dieron una puñalada por la espalda más de una vez. Lo bueno: despertó mi sexto sentido, así que tengan cuidado.
“Valórate”
En el tema de los chicos, mi madre siempre me dice que me valore, porque sólo así me valorarán. Y sabes que el tema del amor es muy complejo, ya que puede haber muchos corazones rotos. Con el paso de los años aprendes que debes tener amor propio, porque sólo así recibirás amor verdadero. Digamos que mi mantra es así: “Me amo, me valoro, me respeto. Quien no me ame, no me valore y no me respete se puede ir a la…”.
“La vida te da lo que necesitas, no lo que quieres”
Este mantra es muy poderoso. A veces nos aferramos, me aferro, a cosas, situaciones y personas que por algún motivo ya no deben o pueden continuar en mi vida. Cuando eso ocurre, lo más importante es que aprecies tu presente, lo que estás viviendo ahora.