Ser mamá es el trabajo más maravilloso del mundo. Sin embargo, llega un punto en el que no reconocemos en qué tipo de mamá nos estamos convirtiendo. Es normal perder el camino de cuando en cuando, pues finalmente nadie nos enseñó cómo educar a nuestros hijos.
Ser mamá
Sabemos que la enseñanza es mutua, nuestra mamá nos enseñó un poco a seguir los pasos correctos. No obstante, al final la decisión de cómo conducir la educación de los hijos queda en nosotras. Cuando nace un ser nuevo y te conviertes en madre, tu vida cambia completamente. Las cosas que parecían importantes para ti en ese momento pasan a un segundo plano, pues sabes bien que tu bebé necesita del 100% de tu atención. Muchas mamás dejan sus trabajos para estar más tiempo con sus hijos, mientras que algunas logran encontrar un pseudoequilibrio entre el trabajo y su responsabilidad de mamá. Sea cual sea el caso, llega el momento en que ese bebé que tanto necesitaba tu atención se convierte en un adolescente. La mejor expresión que podría poner cuando llega este momento es…
OMG!
Omg! Ha llegado el momento… Este es el parteaguas de la relación entre mamá e hijos. Muchas empiezan a desconcertarse ¿Quién demonios es ese ser humano que ha tomado posesión de mi pequeño hijo(a)? ¿Qué fue lo que pasó? Un sentimiento completamente natural. A partir de esta separación es cuando debemos aprender como madres a ver a nuestros hijos de otra forma. Siempre van a ser tus pequeños, pero vas a tener que aprender a ser una mamá diferente. Amar a tus hijos con una visión distinta antes de convertirte en la mamá manipuladora, sobreprotectora, gritona y demás variantes.
Para pasar por este gran cambio puedes comenzar haciéndote estas preguntas. Estoy segura de que te abrirán tanto el panorama como a mí.
¿En quién se está convirtiendo mi pequeña(o)?
En esta transición ves cómo la educación que le has dado a tu bebé comienza a florecer, aunque no lo parezca. Está bien si de vez en cuando tu adolescente comete locuras, evidentemente tienes que ponerle un alto. Siempre y cuando lo dejes experimentar, confía en lo que le has enseñado, los valores que le has inculcado. Al final, si hiciste bien tu trabajo te puedo asegurar que tu hijo no podrá salirse al 100% del buen camino. Evidentemente puede haber algunos tropiezos. Confía en ti misma, los valores bien inculcados nunca se pierden, y menos con la supervisión adecuada. Deja que tu hijo crezca y adopte su propia individualidad.
¿Qué es lo que ella o él quiere?
Esta parte es difícil. Una cosa es lo que tú quieres como mamá para tus hijos, y otra, muy diferente, lo que ellos quieren. Deja que busque su propio camino, quizás en algún punto tu quisiste que tu hijo fuera doctor mientras su deseo es ser músico. Como madre sabes qué tipo de habilidades tiene tu hijo, de nada sirve que te ilusiones pensando que va a adoptar la postura que tú quieres. Así como tú decidiste tu vida, él también tiene derecho a decidir el camino de la suya.
¿Qué me está enseñando?
Lo quieras o no, en toda relación existen dos partes, tus hijos también te enseñan cosas. Te enseñaron a ser mamá y en algún punto de tu vida, te dan lecciones de vida bastante importantes. Pasamos mucha parte de nuestro día asumiendo el rol de mamá; sin embargo, llegará el punto en el que tus bebés puedan caminar y andar sin ningún problema. El día que ellos se conviertan en adultos, te aseguro que lograrás ver con más claridad el gran aprendizaje que te han dado día a día desde que nacieron.
Le estoy pasando mis problemas
Normalmente los problemas de los padres se convierten también en los de los hijos. Las actitudes y parte de la personalidad de ambos padres quedarán en el comportamiento de la persona cuando esta madure. Ten cuidado, hay cosas que seguro no quieres que tu hijo tenga. Gran parte de la misión de tus hijos es romper patrones. Decimos que no queremos ser como los padres cuando en realidad lo terminamos siendo en gran medida. Por otra parte, parecerte a tu mamá o papá no tiene que ser malo si solo tomamos las partes positivas de ambos y desechamos los malos patrones de comportamiento. Ayuda a tus hijos en este aspecto, ellos no tienen que adoptar tus inseguridades.
¿Qué es lo que quiero para mi vida?
¿Sabes qué es lo más duro de ser madre? Va a llegar un momento en que tu hija o hijo adolescente se sienta sin rumbo. ¿Qué es lo mejor que puedes hacer? Ser su modelo a seguir, siempre. De ahí la importancia de no perder de vista nuestros sueños y aspiraciones. ¿Qué mejor regalo para tus hijos que tener una mamá con metas? ¿Te imaginas qué lindo es eso? Ver a su modelo a seguir activo, entusiasmado, superándose cada día. Sin duda, es mucho mejor que sentarte a ver cómo tus hijos logran sus sueños y tú te quedas estática. Nosotras también tenemos miedos e inseguridades; sin embargo, si tus hijos advierten el esfuerzo que haces, ellos van a insistir en salir adelante.
Reflexiona un rato. No hay nada más bello en este mundo que ser madre; al final tú decides en qué tipo de mamá quieres convertirte.
