Story time: fui “bulleada” por ser gorda cuando estaba chica

Los niños pueden ser bastante crueles de cuando en cuando; a causa de su educación, poca empatía o nula inteligencia emocional. No soy la única chica que sufrió el bullying por ser gorda en la primaria y en la secundaria. El día de hoy ya lo he superado, pero no voy a mentirles, fue una lucha que dejo bastantes aprendizajes….

 

“Griscerdita”

Los apodos que tenía a mis espaldas eran múltiples, pero el más escuchado era “Griscerdita”. Me llamo Griselda, para acabarla de amolar. Me pusieron ese nombre en honor a una tía abuela, que según era la más bonita de la familia. Claramente, cuando mi mamá me contaba esto de niña yo solo podía pensar en que tan mala suerte la mía de no ser así de bonita. Al principio, estos apodos no me afectaban de más. Fue hasta la adolescencia, mas o menos a los 11 años, cuando comencé a percibirme como la chica más fea del salón.

El peor de mis osos

Es impresionante como los modelos a seguir te dan estas horribles percepciones erróneas acerca de ti misma. Cuando yo estaba en la secundaria estaba super de moda Shakira. Yo estaba especialmente traumadísima con su música y por cómo bailaba. Esto llevó a uno de los momentos más traumatizantes de toda mi vida. En la escuela había clases de baile y recientemente habían contratado a una chica que enseñaba danza árabe. Esta maestra ponía las canciones de Shakira para bailar en su clase, así que sin pensarlo ni un segundo me apunté. El día que llegué a la clase vi a todas las chicas con su fajilla de moneditas y la maestra al ver que yo no traía una, me dio una igualita a la de mis compañeras.

Pero no me quedó

Era un trozo de tela bastante ancho a la vista, y a todas mis compañeras les sobraba y bastaba para amarrase a la cadera. La maestra se puso roja de pena al ver que estaba batallando y me dio la suya. Me ayudó a amarrarla y comenzó la clase. Sin embargo, ya todas las niñas se habían dado cuenta de que no me había quedado la fajilla y comenzaron a reírse “discretamente”. Yo tenía muchas ganas de llorar pero me aguanté toda la clase. Esa clase fue una tortura, porque yo veía como todas mis compañeras me veían y no podía bailar bien de tanto nervio que traía.

Ya no quiero más comida

Recuerdo que a partir de ese día dejé de comer de la forma en la que lo hacía antes. En mi casa todos son gorditos, así que las porciones nunca estaban medidas. Mi mamá se dio cuenta de que no estaba comiendo prácticamente nada y comenzó a preocuparse por mí. Comencé a bajar de peso poco a poquito, pero lo hice sin ayuda profesional. A los dos o tres meses mis padres se pusieron las pilas y me llevaron al doctor para que me ayudara, porque ya estaba llegando al grado de masticar la comida y devolverla en una servilleta.

El doctor nos puso a dieta a todos

Aprovechando la consulta, el doctor les dijo a mis padres que para apoyarme era buena idea poner a toda la familia a dieta. A mi padre no le hizo mucha gracia, hasta que vio los resultados de varios análisis que el medico pidió que nos hiciéramos de manera preventiva. Toda la familia se puso a dieta y hasta el día de hoy le estoy agradecida a ese doctor que nos tomó como a un proyecto.

Los hábitos en casa

Es lamentable pero si no te enseñan a comer bien en casa desde niña, las cosas se salen de control. En mi casa las porciones eran grandes y sin restricciones. Todos aprendimos a comer a regañadientes, hasta mi hermano chiquito que tenía la manía de esconder dulces por los rincones de la casa. Pasó mucho tiempo para dejar de ser gorda y claro que tuve muchos otros traumas al respecto. Nadie me escogía en clase de deportes para ser del equipo, mis compañeras se bularon de mí la primera vez que le mandé un chocolate a un chico y la lista puede continuar…. Con el tiempo tuve que cambiarme de escuela, porque también me “bulleaban” diciendo que nunca iba a dejar de ser un elefante. Una vez incluso me dieron el dibujo de un elefante que se desinflaba.

Bajar de peso lo fue todo

Al principio, llegar a mi peso ideal fue genial. Me dio más confianza, pero más que bajar de peso fue solo un pasito. El cambio interno fue el más intenso. Cuando me di cuenta de que había bajado lo que me propuse, me sentí muy pero muy fuerte. En ese momento creí que conseguiría cualquier cosa que me propusiera. Mis padres me mandaron a clases de danza fuera de la escuela y cambiar de ambiente también me sirvió muchísimo. Trabajar en tu autoestima es difícil después de tantas habladurías de la gente. Sin embargo, tienes dos bonitas opciones: dejas que el bullying se convierta en cicatriz o en el empuje que necesitas para amarte más a ti misma.

¿Qué decides tú?