Que mujer no se siente super contenta cuando recibe una propuesta de matrimonio. Mejor aún, si es de una persona con la que desea tener un futuro. Compartir la vida con el ser que amas es una de las maravillas de la vida. En cuanto llega la propuesta, sientes que comienza una cuenta regresiva para ese gran día. Parece que todo pasa a tu alrededor mientras tú te enfocas en que ese día sea el mejor de tu vida. ¿Qué pasa si un día antes de tu boda todo tu mundo se desquebraja por algo que no tenías contemplado. Te contaré lo que viví yo, justo un día antes de dar el SÍ en el altar…
Momentos previos al amor
Antes de contarte qué fue lo que pasó antes de estar en el altar, te contaré un poco del maravilloso hombre que llegó a mi vida. Primero, te diré que estuve en una relación tormentosa. Tormentosa en el sentido de que después de cierto tiempo, la convivencia entre mi pareja y yo se convirtió en un tormento. Seguíamos juntos por costumbre, aunque ya no sabíamos qué hacer para dejar de lado la monotonía. Nos amábamos, sí, pero parecía que eso ya no era suficiente para que estuviéramos juntos. Tratamos de buscar varias opciones para luchar contra ese mal silencioso; sin embargo, no lo logramos. Duramos algunos meses más, pero sólo porque nos sentíamos con el compromiso del tiempo que ya habíamos compartido. Finalmente, decidimos separarnos porque ya no nos hacíamos bien. En vez de disfrutar el tiempo juntos, eran peleas y peleas, casi siempre por cosas tontas. Acepté que nos alejáramos porque estaba consciente de que juntos ya solo nos hacíamos daño. A pesar de eso jamás dejé de amarlo.
Con el paso del tiempo…
Decidí mantenerme por un tiempo soltera, pues ya había estado por varios años en una relación. Necesitaba reencontrarme a mí misma, porque cuando la relación se empezó a dañar, también me dañé yo. El proceso de sanación fue complejo, pero logré salir adelante. Ahora estaba más fuerte y más segura de mí y de lo que quería en mi vida. Un tiempo después me di la oportunidad de abrir las puertas de mi corazón de nuevo al amor. En el momento menos pensado llegó un amor a mi vida. Cuando conocí a ese chico, jamás imaginé el vuelco que le daría a mi mundo. Yo me sentía en completa paz, pero cada vez que estaba con él, sentía que me elevaba al cielo. Salimos por unos meses en plan de amigos, hasta que un día decidimos formalizar la relación. Acepté ser su novia y empezamos a compartir muchas cosas.
Todo iba muy bien
Lo mejor de esta nueva relación es que me mostró lo mejor de mí. Como había ido a terapia, ya sabía lo que quería y qué no. Había aprendido a amarme con mis defectos y virtudes. También había aprendido a distinguir cuando alguien era bueno para mí o no. Este chico con el que salía sacaba lo mejor de mí. Me apoyaba en todo momento y se alegraba de mis triunfos. Además, se llevaba de maravilla con mi familia y me hacía sentir muy contenta de tenerlo de compañero de vida. Sin pensarlo, empezamos a hacer muchos planes y, poco a poco, fuimos cumpliéndolos. Cuando no podíamos ir tan lejos, buscábamos la manera de pasarla bien, cuidado siempre no caer en la monotonía.
¿Aceptas?
Pasaron dos años de esa maravillosa relación, con sus altas y bajas. Mentiría si dijera que todo fue color rosa, pues aún sintiéndome feliz con mi compañero de vida había momentos en los que peleábamos. Lo bueno era que siempre buscábamos una solución madura para evitar que las cosas se pusieran mal. Tanto él como yo habíamos pasado por experiencias desgarradoras en el amor y sabíamos que podíamos hacer algo para evitar eso en este momento. Recuerdo que un día, él me dijo que fuéramos a viajar en globo y cuando estábamos en el cielo, apareció un letrero dedicado a mí. En ese letrero me proponía matrimonio. Me emocioné tanto y lloré de felicidad mientras lo abrazaba y besaba. Sin dudarlo un segundo le dije que sí. A partir de ese momento comenzó la cuenta regresiva para ese día, el más esperado en nuestras vidas. Los meses siguientes pasaron de volada y cuando nos dimos cuenta, ya estábamos a unos días de la boda. Yo tenía nervios, pero la emoción no me abandonó en ningún momento.
Un día antes de mi boda…
¿Quién lo iba a imaginar? Un día antes de mi boda tocaron la puerta de mi casa. Como en esos días había estado recibiendo varios pedidos para el gran día, pensé que era una entrega más. Al abrir la puerta, ¡vaya sorpresa que me llevé! Ahí parado junto a la puerta estaba mi ex, ese con el que había terminado porque la costumbre había dañado nuestra relación. Por un momento me quedé en shock, mientras él esbozaba una gran sonrisa en su rostro. Me dijo: “Hola”, y me preguntó si podía pasar. La verdad tardé unos minutos en reaccionar, pero accedí a que entrara. Él estaba muy emocionado de verme y me preguntó cómo me iba. Me dijo que le daba gusto verme y que en todo el tiempo que había pasado no había dejado de pensar en mí. También me comentó que había ido a terapia y que el terapeuta lo había ayudado mucho. Sentía que había sacado la mejor versión de él y que estaba listo para compartir eso conmigo. Cuando me dijo eso, le dije que se detuviera, que yo no podía responderle de la forma que él esperaba porque al día siguiente era mi boda. Él me dijo que aún me amaba y que esperaba que yo pudiera darle una oportunidad más.
…
Yo sentí una enorme revolución en mi ser, era una sensación que no puedo describir. Sentía que algo me invadía y quería gritarlo a los cuatro vientos. Cuando sentí ESO, comprendí que no lo había sentido con alguien más. Ni siquiera con la persona que estaba a punto de casarme sentía esa fuerza como imán en mi ser. Sin embargo, pensé en todo lo que había vivido. En lo que me había costado salir adelante. Pensé también en la persona que había decidido quedarse a mi lado y apoyarme cuando mi vida era un caos. Supe que la decisión era muy sencilla, tenía en claro a quién debía decirle que SÍ y a quién NO. Me di cuenta que el amor que sentía por mi ex siempre estaría ahí, pero si quería ser feliz como lo había sido los últimos dos años, no lo conseguiría con él. Pues si me hubiera amado tanto, hubiera decidido quedarse a luchar conmigo, cosa que no hizo. Prefirió darse por vencido y alejarse justo cuando yo más lo necesitaba. Entonces sólo pude abrazarlo y decirle que lo quería mucho, pero que sólo podía desearle lo mejor en la vida. Sin embargo, yo ya había encontrado mi camino y no era a su lado. Le conté del maravilloso hombre con el que estaba y no le quedó más que desearme lo mejor y al final me dijo: “Aunque vuelva a enamorarme, jamás nadie ocupará tu lugar”.