Me metí en un juego peligroso al querer descubrir la verdadera naturaleza de mi novio. Teníamos una relación estable y parecía estar realmente enamorado de mí. Sin embargo, algo en mi mente no cuadraba y al final descubrí lo que era: quería saber si mi novio me engañaba…
Hice una cuenta falsa
Me quedó más que claro que mi inseguridad fue más grande que mi amor por él, pues en vez de creer en sus buenos sentimientos quise comprobar sus intenciones. Así fue cómo me embarqué en un viaje del que no saldría bien librada. Hice un perfil falso en varias redes sociales para empezar a platicar con mi novio y ver su comportamiento. Claro que las cosas no salieron como yo lo había pensado.
No sé en qué estaba pensando
Sinceramente, era una chica de lo más insegura y bien merecida tuve la lección que recibí. Cuando empecé a hablar con mi novio con el perfil falso, supuse que nada pasaría. Sin embargo, así descubrí lo que él pensaba de mí. Me hice su amiga poco a poco y el chico con el que salía platicaba conmigo de día y con mi otro yo de noche. Tenía los dos lados de la moneda cubiertos. Al principio, me emocionaba jugar con estas dos personalidades. Sin embargo, a la larga resultó ser la experiencia más dolorosa de mi vida.
La verdad nunca se dice
Como buena adolescente idealicé de más las relaciones. En ese entonces, a mis 18 años pensaba que en una pareja el amor tenía que ser incondicional. Sentía que debíamos pertenecer el uno al otro y a nadie más. Claro que ahora sé que esa es una temible fantasía y ninguna relación es ni debería ser así. Mi idea infantil del amor es que mi novio no debía fijarse en ninguna otra mujer ni siquiera en sus fantasías. Claro que en la realidad eso es algo que no podemos pedirle a nadie, ni siquiera es algo que aplique de lleno a nosotras mismas. Recibimos constante estímulo social y aunque tengas una relación amorosa exclusiva con alguien, esto no quiere decir que tengas que ser todo para la otra persona.
Se me partió el corazón
Cuando mi novio comenzó a contarle más cosas a la chica de la noche que a la de día, empecé a sentirme culpable. Entonces, cuando estaba con él solía cometer las típicas tonterías que una chica comete en sus primeras relaciones amorosas. Me convertí en una controladora, chillona e insoportable. Claro que después de interpretar al pain in the ass toda la mañana, pasaba mis tardes con una actitud más relajada, pues quería saber todo lo que mi novio estaba pensando. Comencé a odiar a mi yo de las tardes y las noches. Más cuando mi novio insistió en que nos conociéramos en persona. Se me partió el corazón, mi novio quería ver a “otra chica” que además era yo.
Acudí a mi mejor amiga
Hable con mi amiga; la voz de la razón a la que, por supuesto, no le había contado mi locura hasta ese fatídico día. Como era de esperarse, mi amiga, que siempre ha sido mucho más madura que yo en un montón de aspectos, me regañó duramente. Me dijo que estaba actuando como una niña tonta. Que lo mejor que podía hacer era desaparecer esa cuenta y olvidarme de mi segunda personalidad antes de que mi novio se diera cuenta de que lo había traicionado de la forma más infantil en esta vida.
¡Y me descubrió!
Con voz de profeta mi amiga me lo advirtió, claro que yo no le hice caso. Estaba decidida a matar a mi otro yo inventándome una pelea. Sin embargo, las cosas se me salieron completamente de control. Comencé a platicar esa tarde con mi novio y busqué una excusa tonta para empezar a pelear. Cuando la cosa se puso más intensa, le reclamé cosas que habían pasado hacia semanas con mi yo verdadero. La bala salió de la escopeta y le dio justo en la frente a mi novio cuando recapituló toda la información y se dio cuenta de que Zara y Alicia eran la misma persona. Después de ser descubierta mi mundo se vino abajo. Mi novio quedó destrozado y ni siquiera quiso escuchar las razones por las que había hecho todo lo que hice.
La lección más dura
Fue así como quedé soltera, destrozada y con una cuenta falsa que decidí cerrar al poco tiempo. Lloré por mucho tiempo el fruto de mi estupidez. Sin embargo, al pasar de los meses, entendí un mar de cosas que no habría podido comprender de no haber cometido esa equivocación. Así, entendí que nadie debe ser dueño de nadie, que las parejas están para acompañar, no para poseer. También, que debería pasar más tiempo involucrada en mis propios asuntos, pues el tiempo libre suele nublar la mente de las chicas en relaciones formales.
El día de hoy nunca cometería la estupidez de espiar a mi novio de ninguna forma. He aceptado ya la realidad y es que cada mente humana es un mundo incontrolable. A veces ni siquiera nuestra propia mente lo es. Amar incondicionalmente es entrar en la vida de alguien y aceptar las maletas que trae, sabiendo que no eres la única persona para él en el mundo y eso es sano. No ser lo único para mi novio es lo más sano y está bien.