Me cansé de ser una buena mujer y sí, ahora me gusta tener el lugar de la amante

Debo confesar que yo estaba en contra de la infidelidad. Nunca me ha gustado tener cerca gente que ha decidido meterse con alguien más teniendo una relación. Recuerdo cuando algunas amigas llegaban felices, triunfantes contándonos su nueva aventura extra marital. Era como tener una medalla más en la colección. Yo no entendía cómo podía gustarles tener sólo el lugar de la amante, cuando había otras personas con quienes podían ser la única opción. Sí, así fueron las cosas por mucho tiempo hasta que…

Pensaba que tenía un matrimonio feliz

Formé una familia aún siendo joven. No tenía ni 25 años, cuando ya me había convertido en esposa y madre. Pensaba que lo tenía todo. Mi esposo se encargó de darme todo lo que quería, incluso cuando yo no se lo pedía. Él me daba a manos llenas todo, incluso esas cosas que yo no le pedía. Comenzó a irle tan bien económicamente en el trabajo, que compró una casa más grande. Contrató a una mujer para que me ayudara con las labores del hogar. Así yo podría enfocarme por completo en la educación y bienestar de mi hijo. Sí, a ojos de mis amigas yo era una mujer muy afortunada. Tenía un marido que se preocupaba por cubrir todas las necesidades de la familia. El problema era que se olvidaba de mí, como su pareja, como mujer.

Las discusiones comenzaron

Él se desvivía dándome todo lo que pedíamos. Llegó un punto en el que pedía cosas sin sentido. Una nueva lavadora, ropa de alta costura, el makeup que sacaba X o Y famosa. Si le decía que quería conocer cierto lugar, él veía cómo pero nos llevaba. Sí, todo lo que quería lo cumplía, pero yo ya no me sentía feliz. Al pedir todas esas cosas, sólo lo hacía porque quería que me dijera “ya no, no puedo”. Algo, sólo quería que dejara de complacerme con cosas materiales. Yo quería a mi marido, quería un beso, un abrazo, quería que pasara tiempo con nosotros.

El trabajo era su prioridad

Pienso que él se sentía bien con todo lo que podía aportarnos monetariamente y cada día se enfocaba más en lograr más. Parecía que su trabajo lo tenía poseído, era su prioridad. Sí, sé que tal vez yo ocasioné que él pasara más horas trabajando. El problema era que él pensaba que sólo tenía que llenarnos de cosas para tenernos felices. ¡Qué equivocado estaba! Nuestro hijo tal vez se sentía feliz con las cosas que le compraba. Tenía juguetes por todos lados, las últimas consolas, en el jardín tenía brincolín, columpio, resbaladilla. La casa era como una feria para él solo. Lo malo es que ya no pasábamos tiempo en familia. Ahora parecía que en la enorme casa sólo vivíamos mi hijo y yo. Pasaron los meses y decidí salir a trabajar para terminar con esta vida que no me gustaba para nada.

El trabajo cambió mi vida

Como dije, me convertí en esposa y madre muy joven. No sabía lo que era trabajar, sólo conocía mi casa y sabía hacer cosas ahí. Estudié una carrera, pero había quedado en el olvido porque yo decidí enfocarme sólo en mi familia. Al llegar al trabajo, era como un nuevo mundo para mí. El hecho de relacionarme con otras personas me vino muy bien. Jamás imaginé que mi vida y mi familia cambiarían por completo.

Decidí tener el lugar de la amante

Al cabo de varios meses, comencé a llevarme muy bien con uno de mis compañeros que era bastantes años más grande que yo. Desde un principio supe que era casado, pues me hablaba de su hermosa familia. Él también sabía que yo tenía una familia, pero no era tan feliz como antes. Luego de platicar varias semanas, él comenzó a mostrarse más atento conmigo. Comenzó a llevarme flores, una flor por día. A veces me compraba un café, en otros momentos optaba por llevarme algo de desayunar y también había días en que salíamos por una taza de café durante el receso. Sí, poco a poco las cosas se salieron de control. Me empecé a enamorar de quien no debía. Estaba consciente de que él era casado y de que yo también tenía una familia. Pero parece que eso no nos importó. Los dos decidimos tener una aventura. Bueno, esa era nuestra idea en un principio. Sin embargo, los sentimientos crecieron con el paso de los días.

Pendiente de él

En casa, ya no me importaba tanto si mi marido estaba o no. Mi amante estaba más pendiente de mí, de lo que mi esposo lo había estado en mucho tiempo. Nuestros sentimientos crecían y crecían cada día más.

Sucedió lo que temíamos, mi esposo y su esposa se enteraron de lo que estábamos haciendo. En ese punto, a mí ya no me importaba si mi matrimonio se rompía, ya había estado roto desde hace mucho tiempo. Ambos nos separamos de las que eran nuestras parejas y decidimos formalizar nuestra relación. Hasta ahora, las cosas van bien.