Cuando cumplí 20 años, sabía que tenía que aprender a tomar buenas decisiones para los años siguientes. Estaba por terminar la universidad y era el momento correcto para vivir sola. Era importante hacerlo porque así me demostraría lo fuerte y madura que soy, o al menos eso pensaba. En mi caso, la vida me dio una sorpresa que cambió mis expectativas en toda su extensión.
Sin embargo…
Cuando dejé la casa de mis padres, hogar en el que viví desde nací, lo hice porque un bebé había llegado a mi vida. Ya había terminado la universidad, tenía una pareja estable y con el bebé en camino, sabía que era lo mejor para todos. Tenía claro que si quería formar mi propia familia, debía hacerlo en un techo que no fuera el de mis padres o de los padres de mi pareja. Aunque necesitaba apoyo por mi bebé, decidí salirme para comenzar mi vida en “solitario”, al menos sin mis papás. Así podría demostrarme hasta qué punto era capaz de luchar por mi bienestar y el de mi familia, eso era lo más importante para mi.
Una nueva experiencia
Como nunca antes había compartido mi vida con nadie por completo, al principio fue complicado. Finalmente, tanto mi pareja como yo, tenemos enseñanzas y una educación muy distinta. Había cosas en las que nos entendíamos de maravilla. También había otras en las que no y hubo muchos momentos en los que me arrepentí de irme a vivir a otro lugar. A pesar de que era alguien que ya conocía, jamás había compartido momentos de tanta intimidad. (Y no, no me refiero al sexo). Deseaba regresar con mis papás, pues ellos me apoyaban en todo. Me quedó claro que lo que muestran las películas es pura fantasía. En la realidad pocas relaciones son de verdad exitosas desde el primer día en que viven juntas. Tuvimos que pasar por un proceso en el que entendimos cómo era la forma de ser de cada uno de nosotros en realidad.
Comprendí que…
Después de varios años de vivir con mi pareja y mi hija, me dí cuenta que era mejor que primero viviera sola, antes de irme a vivir con alguien más. Es muy complicado adaptarte a las creencias de alguien. Eso sucede cuando no te conoces tú misma al 100%. Además, de esta manera podía haber hecho muchas cosas que a lo mejor me daba pena hacer frente a él. Incluso tenía muchos planes, que tal vez aún puedo hacer, pero no de la misma forma. Si había un día que no quería ordenar la casa, no podía hacerlo. Viviendo con alguien más debe haber más orden y deben respetarse las reglas establecidas. Eso no hubiera pasado si hubiera vivido sola, pues hubiera hecho lo que quisiera sin tener roces con alguien más. El tiempo en solitario resulta de verdad satisfactorio y muy divertido.
Ahora sólo vivo con mi hija, porque mi pareja y yo no logramos entendernos. Él siempre quería que su mamá estuviera presente para resolverle la vida a él. Admiro a la señora por no haberlo hecho, pero no fue suficiente para que mi familia no se disolviera. Desde ese día y hasta el día de hoy, sigo creyendo que es importante tener experiencias en solitario. Así, después ya decido con la cabeza más fría, si podré compartir con alguien más y qué cosas. Además aprendí que es un tiempo que es importante que tenga conmigo para mi, para conocerme, saber qué quiero y qué no. Me ayuda a madurar y a entender que a pesar de que mis padres me aman, deben soltarme para que crezca mental, emocional y profesionalmente.
