Cuando alguien te quiere de verdad, no pone ningún pretexto ni barrera

Recuerdo que cuando entré en la adolescencia, mi madre me dijo que cuando me relacionara con alguien tenía que ser una persona que me quisiera, respetara y valorara con todos mis defectos y virtudes. Sonaba bastante sencillo y pensé que no habría inconveniente alguno. Sin embargo, todo cambió cuando me encontré en una situación amorosa complicada. Ahí aprendí que cuando alguien te quiere de verdad no pone pretextos ni condiciones.

Mis pinitos en el amor

Tuve varias relaciones de “manita sudada” en las que no involucraba demasiado de mi ser. Solo consistían en pasar ratos con esa persona y platicar de la escuela o de algún programa de la tele. En ese momento no sabía ni entendía qué tenía que hacer realmente al tener un novio. Mucho menos pensaba en las relaciones sexuales. El primer gran amor que tuve fue muy inocente y hasta ese momento creía que todo estaba bajo control. Me sentía feliz y me llevaba bien con el chico. Fueron algunos meses los que estuvimos juntos y compartimos algo más que solo las pláticas de escuela. Empecé a entender que tener una pareja implicaba platicar algo más de ti. Además, comprendí que estar con alguien era eso, olvidarte de ser solo tú para compartir las vivencias y sentimientos de otra persona.

Cada relación es un mundo

Cuando terminó esa relación estuve por un tiempo sola, creciendo y comprendiendo con otros ojos lo que significaba tener una relación amorosa. Después de mucho tiempo, de la manera que menos esperaba llegó una nueva relación. En este caso, las cosas se dieron de una manera distinta, pues esa persona era alguien que ya conocía de años atrás. La química era muy padre y poco a poco se fue dando algo más que solo amistad. Nos enamoramos por completo y después de salir un tiempo decidimos formalizar nuestro noviazgo. Debo reconocer que ese amor fue mi perdición, porque aunque ya estaba consciente de muchas cosas del amor, acepté situaciones que yo sabía que no eran correctas. No hablo de golpes o agresiones verbales. Sin embargo, estaba consciente que no sería nada bueno en caso de que esa relación fuera más allá.

Atracción y pasión

Entre que era inmenso el amor que tenía por esa persona y la inmadurez me acompañaba, continúe por un buen tiempo en esa relación. Hasta ese momento no había nada que nos hiciera pensar que las cosas podían derrumbarse. Derrochábamos miel y compartíamos mucho más de lo que en algún momento pensamos. Creo que fue la relación más pasional que tuve. Me sentía viva y cada vez que estaba cerca de esa persona sentía como si una descarga eléctrica recorriera mi ser. Tal vez todo eso me hizo creer que las cosas nunca terminarían, pero la vida me hizo una jugada que jamás esperé. Después de varios años de relación las cosas cambiaron de un día para otro y todo se terminó. Es un hecho que mi relación no era perfecta, pero tampoco era tan mala, o al menos eso creía yo.

Los polos opuestos se atraen

Incluso cuando las cosas habían terminado, por algún tiempo intentamos reparar las cosas. No queríamos estar lejos el uno del otro. Éramos como dos polos opuestos que se atraían a pesar de todo y de todos. En más de una ocasión luchamos para que todo volviera a funcionar, pero siempre había algo que lo impedía. Los pretextos venían principalmente de él. Sí, esa persona a la que yo amaba era quien en todo momento buscaba una razón para decir que no podíamos funcionar juntos.

Con el corazón roto

Luego de casi un año de intentar remediar la situación, comprendí que ya no había mucho que hacer. No lo hacía porque dejara de quererlo, sino porque él siempre encontraba un pretexto para no intentarlo. Unos meses después me enteré de que él salía con alguien más. Eso me destrozó y destruyó por completo mi corazón. Por un tiempo me vine abajo, debo reconocerlo. Sin embargo, opté por salir adelante con la frente en alto. Me costó mucho trabajo, más del que yo hubiera imaginado. Pasados algunos meses ahí estaba de nuevo, dándole batalla a la vida. Cerré las puertas de mi corazón y no pensaba en tener algo con alguien. No estaba enojada con el amor, pero sí con las personas que no se deciden a estar o no en tu vida.

Un nuevo amanecer

Años después, alguien llegó a mi vida de una manera que no imaginaba. Él no buscaba una relación y yo tampoco lo hacía. Algo pasó, pues empezamos a congeniar y luego de unos meses ya hablábamos mucho. Tiempo después mi corazón ya se había involucrado y aunque yo no quería, caí en las redes del amor una vez más. La relación con él era todo lo contrario a la última que había tenido. Era atento, amoroso y entendía hasta mis pensamientos más locos, mismos que luego terminaban afectándolo a él. Por aquel tiempo regresó la persona que había roto mi corazón. Tuvimos una charla un tanto intensa en la que dejamos en claro muchas cosas de las que no habíamos podido hablar. Él me dijo que me seguía amando y que era un ser maravilloso. Sin embargo, a pesar de decirme todo eso, no hacía nada por recuperarme.

Abrí los ojos

Con todo el dolor en mi corazón, entendí que quien te quiere de verdad no pone ningún pretexto ni barrera para estar contigo. El chico que me destrozó siempre sacaba la excusa de que era demasiado malo para mí. Que si se había alejado era porque no quería lastimarme, cuando lo hacía de una o de otra manera. En cambio, quien llegó después a mi vida no ponía ningún pretexto para estar conmigo. Comprendí que a pesar del amor que pudiera sentir por aquel que me rompió el corazón, no era lo mejor para mí. Entendí que quien te quiere de verdad está contigo.