Estoy aprendiendo a no sentirme culpable de la gran mayoría de cosas que pasan a mi alrededor. Sí, es algo complicado, si creces en un ambiente en el que te dicen que pensar en los demás es muy importante. Por fortuna, y por experiencias vividas, he aprendido a verme de una manera diferente.
La terapia es maravillosa
A diferencia de lo que dicen, ir al psicólogo no tiene nada de malo. De hecho, cuando decides ir a terapia, significa que lo haces porque quieres ser mejor persona. Comencé a ir a la terapia por un asunto particular, pero poco a poco fueron saliendo otros temas. Entre todo lo manejado, la terapeuta y yo descubrimos que había veces en las que no sabía poner límites. No hacerlo, provoca que la gente se aproveche de nosotros.
Decir “no” cada vez que sea necesario
Antes de la terapia, no sabía decir “no” a nada ni a nadie. Lo que quería era no sentirme culpable por no haber “ayudado” a otro. Incluso aunque esa persona no lo pidiera o agradeciera, siempre quería sentirme útil para los demás. Sin embargo, ahora sé que no te evita muchos problemas o compromisos incómodos.
Poner límites
Poner límites te ayuda a hacer limpieza de gente en tu vida. Hay quienes están cerca de ti porque de verdad te quieren. Otros solo lo hacen porque buscan algún beneficio. Al marcar límites evitas que esas personas abusivas sigan aprovechándose de ti.
Alejarme de la gente tóxica
He aprendido a no sentirme culpable por hacer cada vez más pequeño mi círculo social. Muchos piensan que entre más gente tengamos cerca, significa que estamos haciendo las cosas bien. Sin embargo, así como hay gente que nos ilumina y acompaña, hay otros que hacen lo contrario. Las personas tóxicas dañan nuestra autoestima y de no tener cuidado, nos van contagiando esa actitud.
Consentirme de vez en cuando
Sé que tengo actividades y compromisos que debo cumplir, pero eso no significa que de vez en cuando no pueda darme un pequeño regalito para mí. Finalmente trabajo para mí y esa es razón suficiente para hacerlo.
Expresar lo que siento
He aprendido a no sentirme culpable por decir lo que siento. Antes, había ocasiones en las que no decía nada para que otros no se sintieran mal. Evitaba causar conflicto con alguien más, aunque el conflicto principal se quedara conmigo. Ahora, sin importar lo que piensan los demás, digo lo que siento y pienso. Obviamente, tratando de ser educada pero defendiendo mis pensamientos y sentimientos.
No darle importancia a lo que otros digan
Antes vivía preocupada por lo que los demás opinaran sobre mis decisiones. Si salía con alguien, quería saber qué opinaban mis amigos y conocidos. Cuando conseguía un nuevo trabajo, todos opinaban sobre si la paga era buena o no. Muchas cosas giraban en torno a lo que todos opinaban. Dejaba mi opinión de lado, no le daba la importancia necesaria. Ahora ya no es así. He empezado a dejar de preocuparme por lo que dicen los demás. La única opinión que debe interesarme es la mía y nada más.