Cómo seguir adelante después de un divorcio, de boca de la divorciada más feliz

Cuando estaba soltera, mantenía en mi mente las características que buscaba en un hombre. Y lo encontré, todo lo que yo buscaba estaba en un hombre a quien conocí en línea. Me casé con él. No puedo decirte que sea tonto 100%, lo que cierto es que él se encontraba 100% herido y lo proyectó sobre mí. El perfecto saco de box. Así fue como mi relación acabó en divorcio.

Muy dentro de mí siempre lo supe

El día de mi boda pasé largas horas en la cama esperando a que mi novio despertara. A la 1 de la tarde yo estaba harta de estar en cama y bastante nerviosa, pues ambos teníamos que estar en los preparativos para la boda. Así que decidí despertarlo. Él de muy mala gana lo hizo, no sin antes decirme que estaba haciendo todo un lío al respecto; al final solo era una boda. Para él no era tan importante. Su actitud cambio minutos después de que recibió la llamada de su madre, pidiendo que nos apuráramos para llegar. Él se disculpó y yo lo olvidé.

Y todos los meses siguientes la historia siguió

Él se disculpaba cada vez que me agredía de alguna forma.

  • Salimos de vacaciones y un día no tenía mucho apetito, así que no me dejó pedir nada. Él se disculpo.
  • Después de una agradable tarde con mis amigas, llegué un poco tarde. Apenas entré a casa, él me azotó violentamente contra la puerta. Me miró con furia, yo estaba muy asustada. Pero se hizo a un lado y se disculpó.
  • Salí tarde un día para comer con sus padres, cuando estábamos en un hotel. Entonces, tiró mi vestido por el balcón del cuarto. Claro que se disculpó.
  • Un día, me encerró en la habitación y me dejó ahí todo un día sin alimento, ni agua, ni luz. Cuando regresó, puse el seguro de la puerta, entonces él azotó la puerta y me exigió que le abriera.

Abuso y disculpa: así era mi relación de casada. Dos meses antes de pedirle que se fuera, perdí mi apetito sexual. Un mes antes de pedirle el divorcio la ansiedad me comía todos los días. Unas semanas antes de que todo acabara, mi cuerpo no podía estar al lado del suyo. Necesitaba espacio urgentemente. En esa época pensaba que mi marido necesitaba ser rescatado y yo era su salvadora. La realidad es que el único que podía salvarse era él.

Mi relación se definía en una palabra: codependencia

Él manipulaba todas mis emociones, sembró muy dentro de mí las angustias más dolorosas. Caminaba por la casa en calcetines para no molestarlo, ni llamar su atención. No sabía si un día iba a estar de buenas y al otro me dejaría encerrada una vez más en el baño. En el día a día me sentía como un zombie, las noches no eran lo suficientemente largas ni el café lo suficientemente fuerte. Atendí cada una de sus peticiones como marido, fui una buena esposa. Mi casa era impecable, seguía trabajando, cocinando de noche, haciendo la compra y cada vez me veía más y más demacrada.

Cuando le pedí que se fuera…

Ni siquiera se opuso. Se levantó del sillón, hizo la maleta y salió por la puerta. Mi cuerpo cayó esa noche en un leve coma. Cerré puertas y ventanas por temor a que regresara. Mis amigos dicen que fui muy valiente al salir de esa relación. Sin embargo, yo solo puedo decirte que tenía más miedo de quedarme en ella. El día que le pedí que se fuera estaba aterrada de seguir viviendo con él a la mañana siguiente. Con el labio roto y un par de moretones me di cuenta de que a la única persona que tenía que salvar era a mí misma. Desde ese día entendí que nadie puede salvar a nadie.

Al día siguiente, renuncié a mi trabajo y pasé varias semanas recuperándome. La vida comenzó a cobrar un nuevo sentido para mí. Conseguí un nuevo empleo, una amiga amorosa en el trabajo y poco a poco recuperé mi vida. La libertad que me regaló el divorcio me hizo vivir nuevamente. Permanecí muerta durante bastante tiempo y el día de hoy no pretendo desperdiciar un día más pensando en mi divorcio.